Resulta que dice la sabiduría popular que los grandes discos son los que entran y se saben saborear poquito a poco, caso que parece que me sucedió por ejemplo con el de Blur, aunque ese me costó más de entrar por ostias mentales mías, y en este caso ha sido por tema más de interiorización.
Y es que desde el primer momento de escuchar la magnífica Yuliana, Juliana me postré de rodillas ante ese artefacto redondo y mágico que es su cd, dotada de un poder evocador y refrescante más propio de décadas anteriores en que se iba con menos mandangas y más al hueso de las canciones.
Cosa que también me sucedió de inmediato con Emilia y Pepe, una brillante pieza de folclore bien entendido en la que es fácil adivinar una sana influencia lorquiana en su lírica y que los granadinos manejan a su antojo.
Pero ya es toda un declaración de principios arrancar con una canción como Matamuertos y La Cruel, por momentos experimental, por momentos casi pop flotante y expansivo al estilo del que manejan Dorian; o camuflar bajo reflexiones sobre el amor un redondo temazo como Del Amor Perdido, muestra brutal de como debería ser el pop moderno.
Un disco nacido a partir de una esquela vista en la prensa y con aportaciones de los fans para crearle vida propia a través de las redes de la banda, ya solamente por la originalidad de la propuesta merecía todos los respetos del mundo, pero es que si además vence y convence, pues poco más queda que decir.
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