Olvidaros por completo de la fecha de publicación. Nos encontramos ante un trabajo que suena actual a rabiar y que da que pensar que acaparara todas las portadas Blondie y que Kim Wilde haya pasado a formar parte del mar del olvido.
Tiene lo que a mi me gusta, o sea, las dosis justos de efectividad y las justas de efectismo, que seamos sinceros, es lo que nos atrapa en muchos casos. Y además tenían el punto a favor, como Debbie Harry y los suyos, de que la frontman rubia partía la pana que daba gusto.
Tal vez ha quedado como una one hit wonder más, gracias a ese Kids in America, temazo para la posteridad y con el que se engrosan recopilatorios de la década de lo lindo, y a mi entender, dejar de lado temazos como Young Heroes, coreable y destroza-caderas como la que más y que podríamos confundir con algún hit de los The Sounds más que fácilmente; el tremendo disparo en la sien, ya desde el primer acorde de Chequered Love, con el riff que nos acompaña el recorrido del tema y los teclados que nos hacen no olvidarnos de la década que estamos, en resumen, un temazo de tres pares de narices y mi favorita del disco.
Pero no solo de crepados y sintes vive el hombre, y se nos marcaban un ska-pop, un poco más movidito que el Tide is High de Blondie, y muy cercano a Madness en cuanto a sonido, al que titulaban 2-6-5-8-0. ¡Tremenda!
Lo dicho, un disco reivindicable, reutilizable y tremendamente contemporáneo, que descubrí de rebote para una sesión de música de los 80, cosa que me ha dado más satisfascciones que alegrías, por lo desconocido por servidor del tema.