Estamos ante uno de los discos menos elevados a los alturas de uno de las personajes esenciales para entender la música moderna como es debido.
Menos experimental que otros, este quizás debe de ser su disco más rockero, con claras y evidentes influencias de por ejemplo Led Zeppelin en la iniciática Width Of Circle o en Saviour Machine; ero sin perder su esencia ni su sonido tan personal y reconocible, en canciones como las ya clásicas Moonage Daydream (me enamora su toque circense desde siempre) que no hubiera desentonado para nada en sus discos como Ziggy Stardust; la titular The Man Who Sold The World, quizás más conocida por la versión que hicieron Nirvana en su Unplugged, cosa inmerecida para una canción que roza lo sublime como esta, o sea, que le estoy quitando méritos a Cobain y los suyos, ya que con este material no se podía hacer una cagada.
Nos destrozaba las caderas con ese rock Hang On to Yourself, que conocería una versión también inferior en voz de Lou Reed; ese grito a la libertad y a la cordura (con ausencia de ella) que es All The Madmen; himnos cargados de contenido y sobre todo de psicodélia como ese The Supermen, donde su voz de payaso loco te atrapa y te lleva a ese extrañado y loco mundo que nos explica, o nos sorprende con un blues básico como Lightning Frightening, creando un todo compacto y diferente a la vez.
El material del que están creados los sueños también se encuentra aquí (y en cualquier disco de Bowie diría yo, incluso en los más flojos), así que ¿a que esperamos a darle al play y soñar?. Aprovechemos, que de momento eso es gratis...
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