Para el clásico de esta semana no he querido echar mucho la vista atrás e irnos a principios de la década de los noventa, a esos tiempos previos al britpop, en los que las bandas de las islas seguían creando maravillas pop aunque tuvieran menos visibilidad de la merecida. Y esta es una de esas máquinas del tiempo hechas de melodía perfecta.
La banda que nos ocupa son The Silencers, encabezada por Jimme O'Neill y Cha Burns, que ya habían saboreado las mieles del éxito años antes con la impresionante Painted Moon, la que nos vamos a reservar para una nueva entrada de esta sección cuando lo creamos conveniente.
Estaba incluída en el disco Seconds Of Pleasure, trabajo que grabaron de milagro ya que la discográfica estaba a punto de echarles. Con él consiguieron buenos resultados con el público europeo, aunque fuera bastante ignorado en la vieja Albion. Realmente, esto último me parece totalmente incomprensible.
Una canción que es todo un canto a la positividad, incluso al amor, que emociona desde que arranca con ese órgano y esa voz casi desnuda de O'Neill hasta ese final épico con las guitarras. Creo que el mundo musical y el recuerdo han sido bastante injustos con ellos y sus impresionantes canciones, así que desde aquí nuestro cariño y reivindicación.
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