El resultado del disco es bastante intimista, con esa atmósfera de sus conciertos, dónde la magia entre Iván y su público más se hace notar, haciendo crecer las canciones, con sus puntos de rabia y paz y sobre todo esa complicidad con la gente que le mira desde abajo embelesados y entregados hasta la última nota.
No hay ninguna canción de sus anteriores discos en solitario, no hay ninguna colaboracón especial, ni tan solo recuperar ningún éxito de Piratas y asume el riesgo de sacar al mercado un directo de su último disco aún a riesgo de lo poco vendible que eso pueda ser. Como los salmones, nadando a la contra, sino ya no seria él.
Mención aparte ese remate del disco con Rocco Sigfriedi en plan tranquilo y con piano y cuerdas que me parece una verdadera maravilla.
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