Quien bien me conoce, sabrá de mi absulota debilidad por este mal llamado "artista maldito". Y en este nuevo trabajo, para que él mismo también trata de apartarse, aunque sea minimamente de esa imagen.
Aunque en muchos de las temas, recorra el fantasma de los lugares comunes ( en este caso, benditos sean), el genio de Xixón llega de nuevo a nuestras entrañas con canciones en la linea de su habitual contundencia verbal, tal vez inspirados en Christina Rosenvinge, tal vez no.
Nuevos himnos para engrosar la leyenda como la sublime La Gran Broma Final, con lineas del calibre de "yo me limitaba a contemplar la misma grieta de la pared, alguien dijo habrá que demoler, no sé como lo ví llegar, era el dia de la gran broma final...", nos dejan con la mandibula rebotando contra la acera, aunque viniendo de quien viene, no debería sorprendernos tanto. A la zaga le va la casi perfecta Perplejidad, con su dosis habitual de mala leche, fina ironía y que además recordará a ese monumento a la música que es El hombre que casi conoció a Michi Panero.
No quiero dejar de destacar, el temita de estribillo adictivo del pack, Reloj sin manecillas, donde nos explica lo que le gustaría ser, mientras nosotros movemos los pies al ritmo que nos lo canta.
El resto, material intenso y redondo como siempre, y enumerarlas todas sería hacer un escrito inacabable y nadie se dignaría a leerlo, suponiendo que ahora alguien lo haga, claro, ejjejeje.
En fin, ha vuelto el maestro, y sigue en buena forma.
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