El gran David Rodríguez, otrora (como me gusta utilizar esta palabra) valiente pionero de nuestro indie, que tan buenos y delirantes momentos nos dió con Beef, vuelve con su proyecto en solitario, La Estrella De David.
Teniendo de cara la aceptación en sus tareas de producción y todo lo demás que decía Calamaro, en los dos discos de La Bien Querida, donde dejaba claramente su imprenta, y sus colaboraciones con Joe Crepúsculo, el cual es deudor de muchos de sus logros con quién nos ocupa a mi entender, David nos ofrece un trabajo cínico, realista, accesible pero nunca demasiado y con trompazos de realidad en todas y cada una de sus letras.
El single Un último esfuerzo, de una belleza magnética y rara a partes iguales y con retazos como "le daría habaneras y sardanas y su corazón bailaría entre virutas de fuego, pero sigo aquí en el siglo XIX..."; la rumbosa Decathlon, que no desentonaría para nada en Romancero, que con ese aire aflamencado le otorga un poco más de accesibilidad que a las demás y con la que es imposible no acabar haciendo palmas; la revisión a su puta bola de un tema que fué éxito en la voz del mismísimo Julio Iglesias, la mítica La Carretera, muy cerca del sonido de los dos últimos trabajos del bueno de Mark Everett de Eels; la grandíosa Cuando te dejé, cargada de preciosidades como "quería que supieras lo que te quería, que tu me quisieras, que tu fueras mia, quería estar contigo en todas las horas", con un aire meláncolico de cabaret decadente lleno de humo y de mayores que fuman; o simplemente la redondísima Escalofrío, en la que nos amenaza con que "Michael Jackon se te va a llevar", y el que queremos ser esos "románticos en la tiniebla".
Uno de los discos más valientes, más personales, más romanticos (por el romanticismo de hacer siempre lo que te sale de los huevos) y más geniales de los últimos tiempos, y para servidor de ustedes, uno de los mejores del año desde ya, que jamás acabará entre los más vendidos, pero ni falta que le hace.
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