Antes de decir nada más, debo decir que cualquier trabajo que recibo y que sé que ha sido producido por Paco Loco, tiene muchos puntos más a favor para captar mi atención.
Y es que Australian Blonde marcaron mi personalidad musical a sangre y fuego (y sigue haciéndolo). Y con lo que se avecina de Mishima y Samitier, también bajo sus manos, me hace estar contento con lo que tenemos en el horizonte.
Sería muy fácil decir que me ha sonado esta Crónica del viaje de vuelta como si Nacho Vegas (al que me recuerda en timbre y entonación Rodolfo Muñoz), hubiera abierto las ventanas y hubiera dejado entrar luz a su música, pero hay que ir mucho más alla, ya que este disco es un tratado sobre la vida en la carretera (también como metáfora vital), o al menos eso me parece.
Arranca el disco con Efectos del pánico, para servidor su She's Electric particular, muy british y con el producer haciendo de las suyas; el aire canalla y cabaretero de Destino, "no respondo a todos mis actos, siento que me estoy escapando, robo el tiempo para ganarlo" dicen, bajo un piano muy de mi admirado Señor Mostaza; o Fuera es el hit-single del disco, un rock clásico cargado de matices, serían buenas cartas de presentación.
La hermosa Guerra y paz, con sentencias como "el tiempo se lleva los años, y si los cumplimos seria mejor", todo eso bajo un colchón de instrumentos de cuerda realmente exquisitos; Barco de papel, la más Vegas del pack, meláncolicas y trascendentes, son puntitos de corazón que nos regalan, para desembocar en ramalazos sixites como Dominó; o la muy The Animals, Déjame llevar.
Grandes letras, alma de rock, y mucho presente y futuro para estos chicos, que osan sonar como ya no se suena, en un panorama plagado de "zorras" como dijo nuestra idolatrada Christina Rosenvinge, a la que seguro que le encantarían, y una buena muestra de como es eso de la vida en la carretera, que tanto mitifican los músicos. Como el nombre de su discográfica, tienen Claras Intenciones.
Bonita metáfora la de la contraportada, con una silla de madera entre las vías, ya que da la sensación que muchas de las canciones podrían haber sido allí escritos, con un cigarro colgando del traste y con las Wayfarer negras atrapando los tímidos rayos de sol.
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