Antes de aceptar la propuesta de escribir la reseña del
concierto de Editors en el 13º aniversario de la Sala Razzmatazz, le advertí a
Roco que quizá no era la persona indicada, ya que mi relación con el grupo se
sustenta más en el enamoramiento ciego de los principios que se ha ido
diluyendo con el pasar de los años, y que ha hecho que perdiera interés en la
escucha de sus últimos trabajos.
Así asistí al concierto, por un sentimiento de nostalgia de los dos primeros discos y mucho escepticismo respecto a los dos últimos, los de su cambio de estilo, un estilo que a una amante de las guitarras crudas, sin florituras electrónicas, no agrada demasiado. Pero fui con muchas ganas, quizá esperando que la versión en directo me sorprendiera agradablemente…y así fue.
Así asistí al concierto, por un sentimiento de nostalgia de los dos primeros discos y mucho escepticismo respecto a los dos últimos, los de su cambio de estilo, un estilo que a una amante de las guitarras crudas, sin florituras electrónicas, no agrada demasiado. Pero fui con muchas ganas, quizá esperando que la versión en directo me sorprendiera agradablemente…y así fue.
Bien es cierto que la sala pecó un poco en el sonido, el bajo apenas se oía y especialmente la voz del cantante, que estaba un poco baja y no sonaba en todo su esplendor, una lástima porque Tom Smith tiene una de mis voces preferidas del panorama indie.
Después de empezar con Sugar y Someone says, ya en la tercera canción apretaron acelerador: Smokers outside the hospitals doors, una canción que pone los pelos de punta y a la vez carga de energía a cualquiera, la gente empezó a animarse. Mantuvieron el calor con Bones, otra de las buenas del segundo álbum. Siguieron con temas de su tercer y cuarto disco; Eat raw meat=blood drool, Two hearted spider, y You don’t know love que, aunque en directo ganan algo en intensidad (en especial esta última), bajaron un poco revoluciones entre el público.
Pero nuevamente volvieron a inyectar adrenalina, tocando a continuación All sparks que, aunque no creo que sea de los mejores temas de su álbum de debut, sí lleva el antiguo (y creo que añorado por la mayoría) sello de la banda británica. Formaldehyde y sobretodo A ton of love, dos de las buenas de su último trabajo, mantuvieron a la gente en tensión, que ya estaba entregada a la banda. Like treasure sólo sirvió para coger un poco de aliento y afrontar otro de los momentos álgidos, con An end has a start, que, como todos los hits, en el concierto vino seguida de otra de las míticas de la banda, Bullets, aunque para mí ésta sonó un poquito descontrolada y acelerada y podía haber sido sustituida por algún otro tema, como por ejemplo When anger shows, una de mis preferidas y que eché de menos en el setlist.
Nuevo parón con In this light and in this evening y The phone book (vi algún bostezo que otro entre la gente) para preceder un fin de fiesta, con la imprescindible Munich, donde yo ya perdí los papeles y disfruté como en pocos conciertos, seguida por otra de las antiguas y conciertera, Racing rats. Honesty cerró el setlist dejándonos con buen sabor de boca y con ganas de más.
El bis fue totalmente electrónico, a excepción de Nothing, la balada más bonita de la noche para mí y que con más guitarreo sonó realmente bien, pero Bricks and mortar y especialmente Papillon, hicieron las delicias de los fans del estilo más sintético de la banda.
Es verdad que Editors ha dado un vuelco a su estilo (y me cuento
entre sus detractores) pero si tengo que elegir entre un concierto suyo o de Interpol (banda con la que se les comparó en los inicios y de la que me declaro
fan absoluta), me quedo con nuestros protagonistas: un concierto es mucho más que sonido, es ponerle
ganas, meterse a la gente en el bolsillo y hacer que disfrute, y ellos, con su
energía y un repertorio inteligentemente escogido y bien alternado, lo
consiguieron.
* (Fotografías cortesía de Elesh)
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