Decir antes que nada que mi admiración a este genio loco es aparte a mi opinión sobre Pink Floyd y su virtuosismo cansino, o sea, que hay cosas que llegan por su naturalidad y simpleza y otras que por lo cargante no entran ni a tiros.
Este Baby Lemonade, que debería ser punta de lanza para todos esos grupos actuales que optan por un revivalismo psicodélico y por cierto muy bien en la mayoría de los casos, se nutre de unas guitarras blueseras que sumado a esa voz y esa épica tan Ziggy Stardust que se gasta nuestro protagonista, consiguen un todo realmente bello.
Como tantas veces sucede en esto de la música, quizás a trascendido más su imagen pública o su estado mental que realmente sus canciones, auténticas piezas maestras en su mayoría y que han acabado engullidas por ese aura global que abarca el grupo del que formaba parte y que no quiero volver a citar.
Un genio de los de verdad al que se le fue la mano con las substancias psicotrópicas y que no tuvo su parte del pastel de la gloria, cosa que ni siquiera reclamó, y desde aquí, rindiendo desde siempre pleitesia al talento y a la magia, queríamos tener un pequeño recuerdo para él.
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