Francis White define sus canciones como costumbrismo sucio, que para nosotros es una manera de decir que en sus canciones retrata y relata las historias de verdad de la calle sin demasiadas florituras y directamente al hueso, siempre armado con esa voz emocionante que hace que te creas cualquier cosa que te cuenta.
Mi primer enamoramiento con estas canciones vino con Bote Blanco, que a pesar de su tono acústico tiene más fuerza toda ella que si fuera interpretada con dos baterías y cuatro guitarras, ya que a largo de ella va soltando perlitas como "cruces y avalorios, brujas y demonios, frías catacumbas, moribunda mi ciudad" / "que tragedia, vaya espanto, duelo a garrotazos, cráneos en pedazos no sirven para pensar" entre otras, que os juro que impactan a cada escucha.
Otras que tal son Polillas, una empática historia de silencios (¿y desamor?) que toca la patata de verás; la magnífica Algo Va Mal, perfecta para encandilar a los seguidores de The New Raemon y que pide a gritos un dúo con él; o Mí Jardín, que relata con todo detalle toda la fauna que por allí anda, y que he de subrayar que en el punto del silbido no puedo evitar que me ponga el vello de punta.
Si ya éramos fans suyos, ahora lo somos de un modo corregido y aumentado, ya que esta corta pero inmensa selección de canciones producidas con por el maestro Suso Sáiz, Francis White se destapa como uno de los autores más lúcidos de nuestra escena independiente. I Want To Believe...
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