Lo primero que piensas al escuchar Last Memories es simplemente que menuda pena que no hayan nacido en Londres o NY, ya que el material que manejan Ambros Chapel es posiblemente uno de los más exportables de nuestra música independiente.
Supongo que de ser así, canciones tan brutales como Cellophane, que juega con cambios de ritmo tanto sonoros como líricos, sonaría por todos lados como lo pueda hacer cualquier canción de The National o Interpol, por poner unos ejemplos cercanos.
Tres cuartos de lo mismo podría decir de la rotunda X; de Future Line, hecha de ese mágico material con el que se fabrican los putos hits; Black Dress, por la que moriría de envidia el Robert Smith actual; o de canciones más pausadas en cuanto a tono pero con igual sensibilidad, tensión y me atreviría a decir que cierta nostalgia como I Don't o Solitary Man.
Un repertorio brillante que pronostico que en su traslación al directo y con un juego de luces adecuado va a dejar a más de un@ boquiabiert@ además ya de reafirmar a los que nos gusta lo que hemos vivido escuchando el disco. Habrá que comprobarlo in situ, ¿no?.
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