Que a estas alturas del cuento, se destaque un disco de Paul Weller no debería sorprender a nadie, y mucho menos después del magistral 22 songs, pero este hombre sigue su camino con pie firme y simplemente a cada paso va a más.
Sin traicionarse un ápice, y con el sonido clásico al que nos tiene acostumbrados, consigue sonar más fresco y más moderno que muchos jovencitos con flequillo gritando o haciendo los flipados con amalgamas de coros y ruiditos (si, estoy hablando de Animal Collective y sucedáneos, ¿pasa algo?).
Ya desde el tema titular del disco encontramos a un Weller brioso, guitarrero y que de haber sonado en esas emisoras piratas de los 60, ahora la recordaríamos como un clásico. Tres cuartos de lo mismo de la magnífica No tears to cry, que podría ser tranquilamente de Procol Harum o The Kinks, con las justas dosis de melancolía y épica, y ese regusto añejo que le encantará paladear a cualquier nostálgico.
Más glam-rock , al estilo de Sweet, se nos pone en Up the dosage, o nos rememora tiempos de The Jam en las tremendas Moonshine y Two Fat Ladies, no sin eso demostrarnos porque le llaman The Modfather, en la exquisitez titulada Fast car/Slow Traffic, perfecta para pinchar con el River deep, Mountain High de Ike & Tina Turner, para que nos hagamos una idea; o esa pincelada de psicodelia con las gotas justas de electrónica de Whatever Next.
El tío se sale, está tremendo y para servidor, se nos casca su mejor disco en solitario, cosa que ya es decir, con un trabajo redondísimo y con el que nos demuestra, por si teníamos alguna duda, que tiene cuerda para rato.
¡Larga vida a The Modfather!
No hay comentarios:
Publicar un comentario